Medio Ambiente
Pueblos Indígenas
Tras navegar veinte minutos en canoa por el río Curaray, descender en un pantano y sacudir el lodo de nuestras botas, continuamos la caminata hacia una cascada enclavada en la provincia de Pastaza, centro de la Amazonía ecuatoriana y territorio Waorani. Estamos en selva virgen.
Memo, uno los waoranis que nos acompañan en este recorrido, extrae una hoja alargada, la coloca debajo de su lengua y la utiliza como si fuera un silbato para emitir un sonido agudo y demostrarnos que es así como atraen a las aves en jornadas de cacería. Luego, se amarra un bejuco alrededor de los tobillos, y en un abrir y cerrar de ojos ya está en la copa de un árbol de veinticinco metros de alto.
Este recorrido forma parte del mapeo territorial que realizan los waoranis del Pastaza desde hace tres años, con el objetivo de demostrarle al gobierno ecuatoriano que vale la pena conservar el territorio en el que viven. “Lo único que queremos es que vean cómo somos y que nos dejen vivir tal cual somos”, dijo Awane Ahua, una de las pikenani (o abuela sabia en su lengua).
Este mapeo territorial ha sido promovido por la Fundación Alianza Ceibo, conformada por indígenas de los pueblos Siekopai, Siona, Cofán y Waorani, que se desarrolla en doce comunidades de esta última nacionalidad, enclavadas en el Bloque petrolero 22. “Nosotros tenemos suficiente riqueza, tenemos suficiente con todo lo que ves a tu alrededor. Nosotros no somos pobres, somos ricos en recursos y no es necesario que nadie venga a construir porque ya está construido y eso nos basta”, aseguró Awane.
A lo largo de tres años, los líderes indígenas de Alianza Ceibo, con el soporte técnico de la ong Amazon Frontlines, han ido reuniendo en un mapa cada uno de sus hallazgos. Han utilizado distintas figuras de animales para marcar, por ejemplo, en qué parte de su territorio viven o acuden para alimentarse los jaguares, pumas, tigrillos, ocelotes, tapires; además de identificar caminos que atraviesan el mapa. Y es en esos puntos donde han ido colocando cámaras trampa para identificarlos, respetando una distancia mínima de 200 metros entre un punto y otro. Contar con evidencia es esencial para este proyecto.
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