Medio Ambiente
Las noches son tensas para los 80 habitantes de San Luis, que es el poblado más cercano al volcán Sangay, en Morona Santiago. Está ubicado a 15 kilómetros, que representan dos horas de caminata por la selva.
Les alarma el rugido del coloso y el sonido del río Upano, que de forma permanente arrastra grandes rocas. Menos de 150 metros separan el afluente del pueblo donde hay una pequeña iglesia de hormigón, un inmueble de madera donde funcionó -hasta hace tres años- la escuela unidocente y cuatro viviendas.
Desde este lugar se divisa el volcán, aunque el miércoles pasado estuvo oculto por una densa neblina. La erupción no fue tan fuerte como la del lunes último, que arrojó lava.
En los alrededores de San Luis hay otras 17 casas dispersas, pero el riesgo de que sean alcanzadas por una creciente del Upano es el mismo.
Cada día este afluente gana espacio entre las propiedades y forma nuevos brazos de río. Su trazado no es el mismo desde el 7 de mayo, cuando el Sangay reactivó su proceso de eruptivo. Pasó de 100 metros de ancho hasta 400 y las riberas están socavadas.
En San Luis hay nueve fincas afectadas, entre ellas la de José Duchitanga. Todo esto ocurre porque el Upano recibe los flujos piroclásticos y escombros (palizadas, piedras, troncos), que provienen del Sangay a través del río Volcán.
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