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Salud
Las experiencias que vivimos durante la infancia pueden tener un profundo efecto en nuestra vida adulta, dando lugar a lo que se conocen como “las 5 heridas de la infancia”.
Estas heridas emocionales, propuestas por el psicoterapeuta Lise Bourbeau, son patrones de dolor y trauma que pueden persistir y afectar nuestras relaciones, comportamientos y emociones a lo largo de la vida si no se abordan adecuadamente. Aquí presentamos un breve análisis de cada una de estas heridas:
1. Rechazo: Esta herida se produce cuando un niño se siente abandonado o rechazado por sus cuidadores o figuras significativas. Puede resultar por la falta de atención, afecto o cuidado, lo que lleva a que el niño internalice la creencia de que no es digno de amor y afecto.
2. Abandono: El abandono emocional o físico durante la infancia puede generar una profunda sensación de soledad y desprotección en el niño. Esta herida puede manifestarse en la vida adulta a través de dificultades para establecer y mantener relaciones íntimas y una búsqueda constante de seguridad y aprobación.
3. Humillación: Cuando un niño es ridiculizado, avergonzado o maltratado verbalmente, puede desarrollar la herida de humillación. Esto puede llevar a una baja autoestima, falta de confianza y una tendencia a esconderse para evitar más humillación.
4. Traición: La traición emocional o física, como la falta de lealtad o confiabilidad por parte de personas cercanas, puede dejar una profunda marca en la psique infantil. Los niños que experimentan esta herida pueden crecer con dificultades para confiar en los demás y ser propensos a la desconfianza y la paranoia.
5. Injusticia: Cuando un niño percibe que ha sido tratado injustamente o que ha sufrido por culpa de otros, puede desarrollar la herida de injusticia. Esto puede dar lugar a un sentido de amargura, resentimiento y una búsqueda obsesiva de equidad en las interacciones con los demás.
Es importante saber que todos experimentamos algún grado de estas heridas emocionales en la niñez, pero la intensidad y la forma en que las procesamos puede variar según nuestras experiencias personales. A menudo, estas heridas no se resuelven en la infancia y pueden influir significativamente en la forma en que nos comportamos y nos relacionamos con los demás en la edad adulta.
La buena noticia es que las heridas de la infancia pueden sanar con el tiempo y el trabajo consciente en nosotros mismos. La terapia, el autocuidado, la autorreflexión y la comprensión de nuestras emociones pueden ser herramientas poderosas para sanar estas heridas y liberarnos de los patrones negativos que puedan estar afectando nuestra vida.
En última instancia, reconocer y abordar estas heridas emocionales nos permite crecer y desarrollarnos de manera más saludable, lo que nos lleva a relaciones más satisfactorias y una mayor conexión con nosotros mismos y los demás.
Nota: Este artículo tiene fines informativos únicamente.
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